Que se escriben lentamente, asomando la cabeza poco a poco...y siempre con ojillos de sorpresa agachados (como si tuvieran sueño)
Hmmm, lo que tienen las ansiedades vitales.
Una noche de desvele que nadie quería salir a jugar, Calila se agarró a una tecla y a su ambición de difusa de escribir un cuento largo algún día. Un desayuno a la madrugada, unas búsquedas para matar el rato y un pelín de desasosiego ("todo fluye", pero a mí se me escapa. El mundo es tan difuso y dilatado que lo veo pasar por delante, pensándolo tanto que no lo llego a tocar)
De pronto, vislumbre de experimento práctico gracias al insomnio: salir del caparazón y empezar a contar algo, aunque sea despacito, sin camino ni ritmo monótono, haciendo pausas de vez en cuando para palpar el entorno y remediar sus despistes.
-Buenos días, señora tortuga.
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