miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cumploaños

La manía de contar los ratos y de hacer recuentos y balanzas.
Esta vez me he perdido en mi propia memoria, pero es cierto que es la fecha la que me trae hasta aquí, si no hubiera vuelto a dejarme llevar por la pereza y la insatisfacción con esta tortuga.

¿El resultado? No tengo ni idea.
A veces me abrió un camino,
me sirvió de escape,
mucho de ejercicio literario
y siempre apareciste en momentos de ganas.

¿El resultado? Una nebulosa arriba.
Así me gusta: las nubes siempre por encima de mi cabeza.

FELICIDADES

sábado, 10 de octubre de 2009

La marea baja


Busqué la pingüinera por todo el mar argentino -desde el final del mundo hasta Península Valdés-, pero no aparecía por ninguna parada y los leones marinos (o elefantes o lobos) no tenían ganas de orientarme. Estaban agotados de retozar y después de unos meses se volvían al agua.


Subí al país en el que vive Huanakauri (aunque realidad volvía) y crucé otro y seguí subiendo y hacía más calor, pero ni rastro de ellos.


Superado los espejismos de cormoranes y con la marea más tranquila, hoy tengo que reconocer que la pingüinera no existe y que todo fue producto de mi imaginación mentirosa.


Ya dejo de marearme.
Ya no soy un coatí carroñero.
Ya lo que espero da vueltas hacia un lugar.
Giran otros días
y este invierno tengo calor.


Desde diversos modos del mundo sonaron señales para animar su paso
para que ponga más letras
y vivir bien
como si tuviera un caparazón con ventanas y cobertura
y siempre las ganas revueltas.


Y detrás de todos esos bichos miraba Lauritrón.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Todo está dando vueltas


Hay una primera vuelta a la realidad y, a partir de ella, el resto se deja fluir:


Después de escapar hasta el final del mundo, la tortuga recuperó su caparazón. Creo que lo encontró en el mar de Ushuaia, allá entre la isla de los cormonares y el faro Les Éclaireurs, aunque en realidad pudo haberlo hecho en cualquier momento de ese viaje necesario.


No sabe muy bien con qué ratos quedarse, pero el caso es que se vuelve a gusto de esa tierra y con ganas de regresar y con la certeza de que la pisará muy pronto, aunque tal vez eso nunca suceda. Y lo sabe, pero qué más da, le importa la sensación.


Al venir no llega realmente, sino que se escapa a una isla, se aprovecha del caparazón, de la luz de ese faro lejano, y se permite el lujo de no ver nada, de quedarse quieta, de desconectar. Se cierra por vacaciones.


Pero todo está dando vueltas y con la concha nueva a la espalda va a volver al mismo sitio del que partió hace unos meses. Las obras se reanudan y ahora está escarbando entre los escombros ganas diferentes para construirse su nueva casa.

martes, 19 de mayo de 2009

Querido Benedetti:

Ayer por la mañana me enteré de que al fin te habías ido.

Me lo dijo Cristina, con la que juego a que somos 4 y que por eso nos pasan cosas especiales de las que otra gente no se da ni cuenta. Pero ayer lo especial eras tú, porque precisamente ella la noche anterior le había pedido a su creo que marido que le buscara unos poemas tuyos, ya que a mí últimamente me tenías revuelta y hablábamos de ti. Y entonces, llega la mañana siguiente y resulta que el periódico dice te mueres, y que otra vez la vida (o la muerte en este caso) parece toda conectada.

Lauritrón se acababa de ir a tu tierra. Es más, creo que hasta en tu última semana habíais compartido la misma calle en Montevideo...Al marcharse ella de Madrid nos despedimos a la uruguaya, regalándonos mutuamente por casualidad, aunque quizá previsiblemente, unos libros tuyos: "La vidad adrede" para ella y "Testigo de uno mismo" para mí.

En fin, de pronto estuviste en todo otra vez. Como siempre, llegabas de nuevo con tus palabras a colocar mis emociones. Con tu sencillez volvías a decir en fácil lo que ni siquiera sabía donde estaba... e incluso lograste remover las emociones de uno mis alumnos más rebuscados en tu poema lleno de "dudas".

Estaba tan a gusto con el reencuentro...y te hice un repaso que comenzaba cuando te descubrí en ese libro peregreino de "despistes y franquezas" que Juan me regaló hace muchos años y que ya ha tenido que pasar bajo muchos ojos, que seguía por el "sexo de los ángeles" que nos encantó en Lovaina, continuba hacia el "corazón coraza" en el que me encerraba con Alba cada vez que una historia de esas no nos fluía o no la dejábamos correr y te bifurcabas finalmente por todos esos caminos abiertos que me dejaste en "Inventario" cuando en el 2006 estuve triste aunque no quería y me lo pusiste más fácil.

Ahora has vuelto y de pronto dicen que te has ido, pero Lau está allí y hace unos cuantos días que ha empezado a escribir sobre tus paredes...Lo siento, pero creo que ya nunca vas a poder salir.

martes, 31 de marzo de 2009

De cabeza al caparazón...

...y las patitas en la calle. Eso es lo que hoy me apetece reivindicar.

Hace tiempo que Calila no escribe y no dirá que fue por ideología. Es tan sencillo como que tuvo que hacer mil cosas más interesantes y valiosas que sentarse delante de un teclado.

De alguna manera, esta es otra de archivar esas palabras que va dejando por todos lados tan desordenadas, pero si tardó en dar el paso de sumergirse en el mundo cibernético y moderno fue precisamente por miedo a esa tendencia cada vez más vertiginosa a depender de las máquinas.

Pensaba que era mayor y que tendría más fuerzas, pero, qué se le va a hacer, le siguen gustando más los cuadernos improvisados y las hojas de garabatos.

Hoy hace frío y al llegar del cole se ha hecho bola ante esta pantalla. Pero la conozco, espérate a que vuelva a la primavera...

martes, 3 de marzo de 2009

A veces pasa...

A veces pasa como ahora mismo, que venía en el metro leyendo a Ángel González y me sentía poeta y seguramente se me notaba. Entonces, un señor me sonrío y nos sonreímos y al llegar a mi parada y al abrir la puerta choqué con otra chica y me sonrío y nos sonreímos. A veces pasa que la gente está tan cerca...

martes, 24 de febrero de 2009

Microimpresiones literarias...

...para meter en un saco de pocas palabras por esta vida moderna, rápida y compacta:

Lecturas de metro-bus:
  • La hierba roja de Boris Vian: una vuelta al pasado que marea, que no se entiende y que emociona.
  • Las partículas elementales de Michelle Houllebecq: un perturbado sexual y un anodino vital contagian una visión muy cruda de lo que somos. Tienen algo o mucha de razón, pero prefiero no escuharlos.
  • Chesil Beach de Ian Mc Ewan: están convencidos de que se quieren y seguramente lo hacen, pero la noche de su boda se desencuentran sexualmente y, en lugar de comunicarse, huyen el uno del otro. Desde entonces, siempre se echarán de menos. (Impresión de tortuga)

Me voy rápido a seguir leyendo, que no llego...

domingo, 1 de febrero de 2009

Que enciendan la luz, por favor

Es increíble el poder que la luz tiene sobre las tortugas. Lo vengo observando desde que de pequeña nací cerquita de la playa y, desde entonces, siempre que me acerco se me revolucionan las energías.

No obstante, el experimento de este año acerca de los efectos beneficiosos de la luz sobre las ganas vitales de las tortugas ha llegado por otra vía:

En primer lugar, un día Calila decidió mudarse a una casa en la ciudad cerca de un bosque, pero sin ventanas.

El segundo paso en su rutina vino por la necesidad de cruzar el espacio por debajo de la tierra para llegar al trabajo.

Y el tercer punto -que ya es el resultado- es el de una tortuga de bola y agotada que, pese a todo, se empeñaba en sacar la cabeza para cazar algo de sol.

Ahora bien, la meteorología de este invierno ha hecho de las suyas y le ha devuelto al galápago toda su potencia gracias a la NIEVE.

De pronto todo está blanco (como agobiado de luz) y, mientras el mundo se queja, la tortuga se calza el caparazón polar y las chirucas y sale a jugar con el mismo gusto que cuando exploraba el fondo submarino.

martes, 27 de enero de 2009

Impresión de "Océano Mar" de Baricco

Ni siquiera avanza a pasos de tortuga. Baricco se queda sin una historia que contar y diluye toda su poesía en las olas del océano. Precioso e insuficiente.

jueves, 22 de enero de 2009

Impresión de " Brooklyn Follies " de Paul Auster

Salió del caparazón de Calila este libro para empezar el 2009. Mmm, al fin algo se ha revuelto en las ganas de fantasear y de tirarse horas largas leyendo en un autobús.

Locuras en Brooklyn le ocurren a Nathan Glass, uno con cara de Jack Nicholson (así lo imaginé) que buscaba un sitio tranquilo para morir en la primera línea y que cerró las páginas flotando de felicidad un 11-S de 2001. También él (aunque no por un cumple de 20 años) debio de sentirse culpable esa tarde por una alegría tan a deshora.

Es como el cuento de mayores con moraleja y final feliz que trato de creerme. Nathan quería encerrarse en una habitación y quitarse la vida con calma, pero, poco a poco, todo se le va complicando y decide quedarse. De alguna manera, su indiferencia va a ser fundamental para salvar las miserias de su sobrino Tom (prometedor que se degrada con solo 30 años), la falsedad creativa de Harry y la contrariedad que rodea a todas esas mujeres a las que Auster trata con tanta delicadeza dándoles los atributos más grotescos.

Entre las miles de follies, la tortuga se queda con el proyecto de Nathan de escribir y publicar por encargo biografías de gente vulgar y desconocida y con los ganas de que estos Cuadernos se parezcan en algo a su "Libro del desvarío humano".




domingo, 4 de enero de 2009

Corazón de algas

Iba Calila por la calle esa mañana en la que al fin había salido el sol. Tenía que encontrar algo muy importante, algo como una verdad o una certeza que la llevaba dejando intranquila los últimos días.

Se sentía segura con el caparazón elegido, sin la molestia de hierro en los pulmones y con esa energía lumínica del día que la llenaba de vidita.

De pronto, en su paso ligero y muy tardo, se topó con un extraño bulto en la acera que no la dejaba pasar. Se acercó a tocarlo y le pareció un poquito inalcanzable. -Qué curioso.

Así que, más acontecida, con esa rareza que brotaba del suelo, se dispuso a desenterrarla. Sacó las patas de su concha y concentró sus fuerzas en capturar ese tesoro tan peculiar.

A medida que lo cercaba, iba sucendiendo algo muy extraordinario: parecía que la tierra bajo sus pies latía al ritmo de un desacompasado tic-tac. Además, notaba la tortuga que un olor rancio la emborrachaba y que cada vez sus pensamiento se hacían más difusos y tan solo le importaban ya las sensaciones.

Apenas podía mover sus extremidades, pero su empeño era tal que al fin logró extraer esa pieza del subsuelo. La agarró con la boca, así que la primera impresión fue la de un sabor extremadamente salado. Después la mantuvo en sus pezuñas un buen rato y disfrutó descubriendo lo que llevaba buscando la última época: un corazón de algas.

Se colgó la maravilla de liquen entre el pecho y el caparazón y siguió Calila por la calle esa mañana en la que al fin había salido el sol comprendiendo que sus emociones seguían igual de imprecisas.

sábado, 3 de enero de 2009

Hierro en los pulmones

Una ventosa de hierro se le ha pegado al pulmón y no la deja caminar últimamente.
Una tortuga sin sosiego pierde su razón de ser y, por eso, estos días se siente más mapache.
Un pulpo de hierro se le incrusta entre los pulmones y le produce algo como la ansiedad.
Los ojos y la boca se le agachan mientras repasa el calendario, mientras se enfada con los pronósticos ilusorios que luego no se cumplen y se frustra por esa desconexión espacial que esperaba y todavía no ha llegado.